En octubre de 1967 se celebraron las Primeras Jornadas Internacionales de Escuelas  Cinematográficas de Sitges. El programa anunciaba unas sesiones diarias de debate  seguidas por proyecciones de prácticas de escuelas de cine provenientes de todo el  mundo. El nuevo certamen tenía como objetivo más prosaico el de animar el turismo en  esta ciudad catalana más allá de la temporada alta. Sin embargo, las jornadas de Sitges  se convirtieron en un acto de rebeldía emblemático de un sector joven de la profesión  cinematográfica española. La tensión creciente en la que se desarrollaron hizo que el  aparente acontecimiento mundano de su cena de clausura derivase en un auténtico  escándalo, con gritos, bofetadas y detenciones policiales incluidas.  Recordar lo acontecido en Sitges es evocar un momento histórico particular, cuando la  creación cinematográfica y el compromiso político iban de la mano, no solo por esas  películas que buscaban hablar de algún modo de política sino también por esos  cineastas que se veían a sí mismos como militantes políticos.