Ante las violencias y conflictos cotidianos, en no pocas ocasiones se da un debate al respecto de la utilidad de recurrir o no a la policía y a los tribunales. Se alega que esto puede no ser una solución sino un problema adicional. Sin embargo, los mecanismos sustitutos que se proponen para impartir justicia siguen estando profundamente impregnados de una filosofía punitiva: amenazas, exclusión, acoso, denuncia pública y descrédito político. ¿Cómo salir de este atolladero? La cuestión es tanto más difícil cuanto que se plantea en un momento en que las fuerzas reaccionarias están llevando a cabo una amplia ofensiva contra los derechos individuales y colectivos para proteger mejor a quienes organizan la violencia en nuestras sociedades. Escrito por una «bollera militante», este libro ofrece una aguda crítica del moralismo progresista y de las prácticas punitivas en las luchas sociales. Poniendo en cuestión el sistema penal dominante, sienta las bases para una justicia transformadora que sea capaz de cuidar a las víctimas y transformar a individuos y grupos por igual. Frenar la violencia también significa dej